27/9/07

Rios

Déjame Caminar por las orillas del río de los sueños




Nudos

Hoy la vida huele a nudos, a nudos de sangre coagulada
Hoy la vida me ha dejado con la sangre rota, agolpada y fragmentada
en cada una de mis palabras.

Duele.
Hoy la vida duele.
Como un nudo en la garganta.

volar y soñar


... Dejar volar la mente y vivir por instantes la fantasía... aunque sea efímero, aunque no sea tangible... sentir, vivir y soñar... soñar.

Cancelas

Cancela cerrada,
una llave fuera,
alguien la toma,
y abre la puerta.
Siento que entra
un soplo de vida que sacude el sopor de lo dormido

17/9/07

Pinzas



He dado vueltas a este artilugio y me he dado cuenta que con las pinzas de tender la ropa también puedes ver el mundo por ese ínfimo agujero, ver otros lugares, incluso colgar fotogramas de recuerdos...




13/9/07

El día muere

El día muere.
La ciudad se consume en ruidos mansos
y las sombras moradas se abrazan frías
al llegar la noche.

Autopista al cielo

Antes se produce una leve vibración, un ligero balanceo, apenas perceptible, que me dice que algo está a punto de empezar. Luego nos deslizamos lentamente, tomando curvas, siguiendo líneas. Una parada momentánea y el sonido de una voz varonil que me dice que voy a entrar en otra dimensión. En ese otro lugar hecho de aire y de sensaciones.
Por último, un estruendo, ensordecedor y un corazón acelerado que se crece de sorpresa, de emoción, de alegría, y ya está: el tiempo ha dejado de correr.
La tierra ya no es la tierra y entonces mis ojos enfocan muchos metros más cerca, justo sobre el vidrio de la ventanilla. Es allí donde crecen haces de luces, justo en el lugar exacto donde el mundo corre hacia atrás a 980 kms/hora y la mezcla de gas y luz es, cuando menos, exótica.
Mis ojos descansan ahí, donde no es dentro ni fuera, donde ni siquiera es ventanilla, sino unos cinco metros más de algún lado de la autopista del cielo, en la superficie donde crece un halo de color...

3/9/07

Erotismo en flor

Lo veo y no me lo creo. ¿Veré visiones?.

Para comprobarlo me acomodo a su altura, tan cerca que somos uno, me estiro sobre su cuerpo, asciendo y desciendo, tomo mil posturas a la par que empiezo a destruir en mi mente todo lo que puede estorbar a mis placeres y me dejo llevar por ellos. Las fantasías entonces se empiezan a materializar y el imperio de los sentidos toma relevancia. De sopetón. A un golpe de vista.
Ella y Él

Ella

Él.

¡Mírame!- me habla sin sus palabras- y así lo hago. Recorro despacio cada milímetro, sin dejarme rincón en el olvido. Insistentemente. Insisto e insisto y a cada recodo vivo, experimento. En cada hueco lo exploro, me lleno con el perfume de su cuerpo y amo, amo como sé amar en ese momento, sin controles, sin pausas y sin prisas. Alocada. Sin medida y sin sentidos. Desbaratada por poseer y coger su sensualidad a flor de piel.

Así no hay quien viva


En el exterior sonaban los pasos ajenos. Esa tarde. Como otra tarde. En el interior la casa había quedado muy en silencio, disimulando los nervios por una llegada tantas veces anunciada y siempre postergada por una llamada de teléfono. Como esa tarde. Como otra tarde. De vez en cuando crujía algún mueble o el viento cuchicheaba entre los cristales y las persianas. Aún estaban echadas desde la hora de la siesta, últimamente, era necesario aposentar los pensamientos en el olvido del sueño. Te decía que, últimamente también, la siesta se había convertido en un sentir apático y apesadumbrado que no desaparecía hasta más allá de las ocho. Tú llegarías sobre las nueve y media. Si no nos daban las diez.

Una tarde de Domingo


Las dentelladas de la tarde se sitúan en el picaporte de la puerta en una parte de esta inmunda ciudad. Hay un rayo que pide entrar. Llama. Es un rayo de fuego proyectado por las manos del sol, quiere que salgamos juntos, a ver si nos damos de frente y me pierdo en alguno de sus ardientes besos. ¡Será persuasivo! –sabe que necesito bien poco -me digo- y nos vamos.
Deambulamos atados hacia la penumbra de la noche. La caminata se dirige hacia dónde se funde el peñasco, donde toda estructura parece diluirse en la brillante meseta, allí donde hay pequeños duendes color ánimo y el cansancio queda destruido.