3/9/07

Una tarde de Domingo


Las dentelladas de la tarde se sitúan en el picaporte de la puerta en una parte de esta inmunda ciudad. Hay un rayo que pide entrar. Llama. Es un rayo de fuego proyectado por las manos del sol, quiere que salgamos juntos, a ver si nos damos de frente y me pierdo en alguno de sus ardientes besos. ¡Será persuasivo! –sabe que necesito bien poco -me digo- y nos vamos.
Deambulamos atados hacia la penumbra de la noche. La caminata se dirige hacia dónde se funde el peñasco, donde toda estructura parece diluirse en la brillante meseta, allí donde hay pequeños duendes color ánimo y el cansancio queda destruido.

2 comentarios:

Ratzfatz dijo...

Una tarde linda ... ;-)
Saludos

Osselin dijo...

El aire de los domingos es de piedra y sus tardes infinitas y grises.