
El viento procede de allí y mi piel palpa agonía en el aire húmedo y asfixiado que trae consigo. Escucho sus quejas cuando choca aturdido contra las rocas, la fuerza le impulsa hacia ellas, salva el embate, alguna que otra vez, de nada sirve que haya elevado anclas y se apresure para la llegada; Un trono de espuma y viento le invita a la lucha, hay gritos, ensordecedores, más fuertes que los del tornado azul y él se deshace en sudores estando húmedo de furia, contra la fuerza. Fuerza que saca de unos besos, también húmedos, que le entregaron con lágrimas en los ojos mientras le decían adiós en la partida. Hasta pronto, le gritaban los ecos del recuerdo, te espero en esta orilla. Por instantes, esa voz sonaba más fuerte que el huracanado viento que le empujaba a la deriva y sacaba ímpetu y energía de entre los surcos de los susurros.
Sin embargo, hay un punto, una línea que le atraviesa, cuando la mar embravecida, el agua brava, con una embestida brutal le engulle con ira sus sueños y se da por vencido, presiente que son sueños que caen como olas al mar, sueños de agua, que se le escapan de entre los dedos, sueños colmados de esperanza que mueren por la agonía y el abatimiento. Se da al abandono, indefenso, sin gobierno. Aún así quiere que sus manos tengan fuerzas para hablar y extiende los brazos a modo de vela abierta a la vida. De poco vale, en su dejadez, un golpe seco aturde su espinazo, el de la existencia y cae en el mismo líquido que se la ha dado, adentrado su cuerpo en un mar de costados anchos y abierto en canal. En el más oscuro y magnánimo abismo.
Para todos aquellos que viven y mueren en el mar y por el mar. También para todos aquellos que se dejan abatir por las olas ingratas de la vida sin fuerzas para pescar sus sueños. ¡Va por ellos!
Sin embargo, hay un punto, una línea que le atraviesa, cuando la mar embravecida, el agua brava, con una embestida brutal le engulle con ira sus sueños y se da por vencido, presiente que son sueños que caen como olas al mar, sueños de agua, que se le escapan de entre los dedos, sueños colmados de esperanza que mueren por la agonía y el abatimiento. Se da al abandono, indefenso, sin gobierno. Aún así quiere que sus manos tengan fuerzas para hablar y extiende los brazos a modo de vela abierta a la vida. De poco vale, en su dejadez, un golpe seco aturde su espinazo, el de la existencia y cae en el mismo líquido que se la ha dado, adentrado su cuerpo en un mar de costados anchos y abierto en canal. En el más oscuro y magnánimo abismo.
Para todos aquellos que viven y mueren en el mar y por el mar. También para todos aquellos que se dejan abatir por las olas ingratas de la vida sin fuerzas para pescar sus sueños. ¡Va por ellos!