Si te llega el soplo de su brisa, como una risa, en medio de las tuyas, las incontenidas, ya sea en su ausencia, ya sea en el rincón de tu recuerdo, ya sea sabiéndolo al otro lado del árbol de otoño que tu mirada atisba...
Y al imaginarle se te escapa un gemido de añoranza, como el de la hoja caida, un vahído de ausencia, de echar de menos, de deseo, de salir volando hacia él como vuela la hoja en el viento…
Si en los ratos abandonados por la soledad sentida viene a visitarte, atrevidamente, dulce, viviendo en ellos, como la hoja que se cuela por la rendija y te acompaña en la tarde maldita…
Si a cada segundo del día, sientes, sientes, sientes, que es su presencia la que te acompaña,
al igual que la hoja que se prende de una solapa…
al igual que la hoja que se prende de una solapa…
Si imaginas cómo le gustaría pasear por una calle, alfombrada por el eco de sus huellas, con terciopelo en las plantas de vuestras pisadas, tomándote de la cintura, llevándote de la mano, como esa hoja que se aferra al árbol…
Si desesperas por una caricia sobre tus rasgos, tu pelo, tu cuello, tus hombros,
del mismo modo que acaricia la hoja tu rostro…
del mismo modo que acaricia la hoja tu rostro…
Si padeces todos o gran parte de estos síntomas... ¡no dejes que ningún médico los cure!
No es gripe, es el amor...aunque éste nos haga enfermar con frecuencia.